sábado, 11 de noviembre de 2017

Un soñador para un pueblo

“¿Pero me acusa de hipócrita? ¿Qué es un hipócrita? Pues un desdichado que solo acierta a tener dos caras. En el fondo, un ser que disimula mal, a quien insultan con ese epíteto los que disimulan bien. El hipócrita Esquilache tiene que mentir, pero miente mal y es detestado”. Antonio Buero Vallejo pone en las propios labios de Esquilache estas palabras en el transcurso de un diálogo con el ficticio duque de Villasanta, personaje inventado por ABV para simbolizar al estamento privilegiado más recalcitrante de la época de Carlos III. Empecé a leer Un soñador para un pueblo en el trayecto del cuarto autobús de los ocho en que subí ese día de claustro de cuya fecha no quiero acordarme. O tal vez, sí. Tal vez si quiera acordarme, tal vez debería acordarme, tal vez tendría que acordarme. No es fácil explicar en clase de 4º a una mayoría de individuos que pasan a diario (olímpicamente no, que lo hace todos los días y no cada cuatro años) de lo que el profesor de turno explica (o intenta explicar en clase). Pero el personaje de Esquilache se las trae: sus contradicciones, decir una cosa y hacer la otra, luchar contra la corrupción y enchufar a los hijos con la conspiración de la joven esposa, tratar con ineptos y mandar bandos que le buscaron la ruina. Pero esta es España: en el XVIII y en 2017, con reinados incandescentes y con esteladas que dan asco. Así es España. Sigue siendo así. La del enfrentamiento y la cortedad de miras, la de vistazo a otro lado y Biblia en el cajón. Sigue ABV poniendo palabras en la boca de Esquilache: “Un hombre capaz de enemistarse con taoda la nobleza española si tiene que defender cualquier medida que pueda aliviar la postración de un país que agonizaba”. Equivalente a 2017. Las palabras, la vida de Buero Vallejo, nos valen siempre, en casi cualquier contexto: “No hay cosa peor que estar muerto y no advertilo”. Ahora, en tiempos de rencor y revancha, hay que recuperarlas, que no se queden solo en la estantería, en la leja olvidada de la mano humana: “El infierno es un misterio de Dios: no lo encendamos en la tierra”. Con el soterramiento ideológico actual (a falta del físico en tierras del reino valcarcil), nos queda ABV: “El que no quiera cambiar con los cambios del país se quedará solo”. Y apostilla don Antonio, otra vez utilizando el personaje de Esquilache para dejar(nos) en bragas e ilustrar con palabras este país: “El pueblo sabe aún muy poco…Y quizá es ahora fácil presa de perturbadores sin ocupación… Tal vez de protegidos sin trabajo”. También, utilizando el personaje del rey, sigue con la descripción: “Los españoles son como niños… Se quejan cuando se les lava la basura”. Y añade en voz de Esquilache: “Los demás ven nuestro destino antes que nosotros… Hay agonías que un hombre debe pasar solo”. La soledad como salida para la sinrazón, para la locura, para la incomprensión, para aquellos que cambian el mundo y no son valorados ni respetados. Buena lectura de Un soñador para un pueblo de Antonio Buero Vallejo.

2 comentarios:

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Se puede estar muerto en tantos sentidos.

supersalvajuan dijo...

Un buen libro para que los niños entiendan la época