sábado, 4 de enero de 2014

Los gatos pardos

Hoy toca hablar, otra vez, de uno de los 20 murcianos del año de La Verdad. Pero hoy toca hablar de Ginés Sánchez. Y toca hablar de él porque he terminado de leer Los gatos pardos, insólita y desconcertante, de diálogos en los que no hace falta usar guiones. No soy fanático de las etiquetas que se le ponen a determinadas novelas. No sé si la etiqueta tarantiniana que se le ha puesto a Los gatos pardos es acertada. Tiene asuntos y tramas que se le pueden asemejar a las historias (re)inventadas del genio de la mandíbula cuadrada. Pero las historias que se tuercen y (re)tuercen en Los Gatos pardos son mucho más: son sangre y son gitanos, son puertos y mares sucios y salados, son romero y pelos de gatos, son historias del Mónaco y de La Fica, de los Ramones y el Camel, y de los viejos con azada y los mejicanos con acento, y del tequila y el güisqui y de un montón de temas más. A veces, esas etiquetas, más que favorecer, distorsionan a posibles lectores que desoyen a unas palabras maestras, tranquilas y sin prisas, como las de Los gatos pardos de Ginés Sánchez. Y todo lo demás.

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