jueves, 27 de diciembre de 2012

Dexter. Séptima temporada

Un día comparé a Dexter Morgan con un Tony Soprano de serie B. Entendedme, joder. Es un cabronazo, y la vida te da palos como ver a tu madre descuartizada en seis pedazos con tres años en un jodido contenedor... y todo lo que viene son seis temporadas magníficas (unas más que otras). Esta séptima, pese a sus titubeos iniciales, sigue el manual de una buena sesión del pincha de turno, sobre todo a la hora de acabar y empezar. Vamos, resumiéndo y recordando a los viejunos del lugar, empieza con énfasis y acaba de manera triunfante. Como tiene que acabar. No voy a espoilear demasiado, que no quiero que me envenenen el botellín (de agua, que eso es lo que yo más bebo en Navidad y en el resto de la temporada). Me recuerda un poco a casi todas, pero con cosas de la cuarta por el sentido de pérdida y con asuntos de la sexta por las novedades del aire de Levante. Alguno cítricos del limón podrido despotricaron de la quinta temporada, sin darse cuenta que las cuatro primeras eran inigualables. El jodido desgaste vive aquí, en cada una de nuestras putas cabezas. Es así. Pero siempre es posible reconciliarse con un hermano, vengar a una madre, visitar al barco a un amigo paterno y darle matarile al que se merece (y si no, esperar que la palme y beberse una London Gin en la intimidad del placer orgiástico que se merecen algunas y algunos [de más de un gremio, por supuesto]). En fin, que es una temporada notable, en las que hay lágrimas inesperadas y declaraciones de amor (también varias) y aún más inesperadas, líos previsibles y jubilaciones anticipadas (se ve que la reforma laboral de la Báñez no llegó a Florida). Como casi todas las de Dexter (y con unos seis capítulos excelentes) dignas de ver y de recrearse en los momentos, incluso con detalles (dejad de morderlo todo). Pues eso, antes de fin de año, y de empiecen los fuegos artificiales y de que el perdedor de tenientes y bebedor de caballitos se pase de la rosca, la séptima de Dexter hay que terminarla. Y luego, a esperar. Y punto.

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