miércoles, 19 de septiembre de 2012

Weeds. Octava temporada.

Todo acaba en 3 escalones. Todo acaba con nieve. ¿Weeds y nieve una misma frase? No lo sé. No sé si estirar el chicle es bueno, pero un buen sabor de fresa, con un poco de alcohol, tampoco está mal. O tal vez sí. Weeds acaba recordando muchos personajes, muchas calles de infarto, muchos pasados demasiado recientes. Como era nuestra época heroica…Algunos no se acuerdan. Algunos no quieren acordarse. Algunos buscan un plan zeta. Algunos no saben ni empezar. La octava de Weeds no pretende ser apocalíptica, no pretende una catarsis y mejor olvídate de epifanías porque no es lo que buscas. Nada de eso. Las cosas estaban claras desde el principio: hay que carreras que se hacen por necesidad. Lo de la vocación es, casi siempre, una gran mentira barnizada a la que se acercan hormigas por el olor veraniego. Por el olorcito veraniego, ese que crees que nunca se acaba, que, como en un capítulo de Mad Men siempre hay un veranito de San Miguel. Pero no. Lo bueno de Weeds, aunque no tan aparentemente, es que las cartas estaban siempre claras: eran cartas de huída. Siempre había que salir corriendo, siempre dejando estelas de rencor y víctimas, a un lado de un estado, a un lado de un jodido país en el que el tequila es bebida nacional. No voy de regalador de consejos, porque escoger una serie es como el infierno, una cosa muy personal. Sólo sé que habrá que volver a ver a Nancy Botwin una y otra vez aunque nunca pruebes las Weeds. Y todo lo demás.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿En serio que existen tantas series y tantas temporadas?

Diox NO ME ENTERO.

salvajuan dijo...

Necro, existe un infinito logaritmo neperiano elevado a no sé cuantos.