lunes, 18 de marzo de 2024

Obituary. Primera temporada.

Obituary tiene algo de Dexter, de justicia de primera mano, de cercanía y sospecha, de accidente divino y de interrupción estelar. Y hay palabras en latín que hay que inventar, o volver a inventar para que se vuelvan a utilizar. Obituary está ubicado en un pueblo sin Primark con 5007 habitantes (y bajando). Y si algo no ocurre, la dexterización llega aunque lleva ropa de rayas escocesas, y padre borracho y se dedique a las necrológicas en un periódico de mierda que solo paga por trabajo realizado. Todo muy esquizofrénico. “A veces me preocupa que me pillen, pero entonces recuerdo la clase de gente que vive en este pueblo y se me pasa la preocupación. Pero en el caso de que algo saliese mal, he decidido que los traeré al cementerio”. Obituary va del deliro del pub cutre, a los parroquianos aún más cutres, a un mundo en el que la supervivencia va de imaginación y trapicheo, de respirar para atrapar secretos que, antes o después, tendrán que salir a relucir. Pero no relucen porque en esas tierras insulares solo hay lluvia y oscuridad y cuando te vas a dar cuenta, estás perdido, porque como el moribundo, ya sabes lo que te espera: “Está controlado. Eso es lo mismo que dije yo cuando empecé a toser sangre”. El infierno sigue lleno de buenas intenciones. Muy lleno.

domingo, 17 de marzo de 2024

Los amos del aire. Primera temporada.

“Llegamos de todos los rincones del país con un mismo objetivo: llevar la guerra a las puertas de Hitler”. Fiordos, B-17’s en escuadrón, cazadoras de cuero, palillos en la boca, sorpresas desagradables en el aire y una Europa vista desde los cielos. Y Viva Inglaterra, aunque se confunda con Francia. Y los geógrafos, también llamados navegantes, jodiendo la marrana. Y el problema, desde el principio, de la cadena de mando porque “el hecho de llevar la batuta no le convierte en director de orquesta”. Y para esa pandilla, entre Judas y Cristos, siempre hay preparada una última cena. Viva Bremen. Los amos del aire te llevan a esas miradas perdidas ante de subir al bicho volador sin saber si habrá vuelta, sin saber si esa bienvenida macabra será la penúltima o no será. “¿Les gusta la cerveza, no?”. Fintar, fintar y volver a fintar. Viva Argelia. Viva Münster. Viva Londres. Viva Nuremberg. “Tu amigo iba en aquel avión por un motivo, porque Adolf Hitler y su banda de matones decidieron dominar el mundo. Nada más. En esta guerra ese es el motivo de todos los muertos”. Pero quizás todos los muertos no eran iguales, quizás un bombardeo a la salida de misa en el centro de una ciudad alemana un domingo era evitable, o, por momentos, postergable. Esas preguntas, las que nos hacemos cuando buscamos justificaciones, nos llevan a creer que todo hubiese sido posible por otros medios. Pero no. Al igual que en Band of Brothers, un último episodio en el que se huele la carne quemada nos disipa esas preguntas, nos disipa cualquier atisbo de duda. Había que hacerlo, y, si se diese el caso de nuevo, habría que hacerlo otra vez. Quizás hay recreo en los cielos, en las defensas antiaéreas alemanas, en los caballos blancos llenos de sangre, en los niños nazis sacando agua de un barco que se hundía. Quizás, pero ese último episodio, el de reencuentros y huidas, el de vuelos alimenticios, vale para responderlo todo. O casi todo. “Con las matanzas que hacemos, un día sí y otro también, eso te transforma, te hace diferente. Y no para bien. A veces, al despertar, no me reconozco en el espejo”. Es que no hay guerra, ni la hubo, para bien. Todo eso son majaderías de palomos que aplaudían a las 8 de la tarde desde ventanas y balcones haciendo el gilipollas pensando que con eso iba a cambiar algo. A la mierda las banderas blancas: “Estamos aquí para combatir a los monstruos. Hemos tenido que hacer cosas difíciles, pero fue necesario. No hay elección. Ya has visto de que son capaces. Se lo merecen”. Sobre los alemanes en esa guerra, Los amos del aire, con fuego aéreo nocturno nos repite: “Asunto: curiosa palabra para la muerte (…). Los alemanes se merecen todas tus bombas. Hay quien diferencia la guerra de la matanza indiscriminada, ellos no (…)”. Y la ración doble de pomelos mejor la dejamos para otro día.

jueves, 14 de marzo de 2024

La vida secreta de Roberto Bolaño

Las vidas que se entrelazan en La vida secreta de Roberto Bolaño nos llevan a personajes que se refugian en metáforas y agujas, que se esconden entre sudores varios y retinas equivocadas, entre cenizas de cigarros que se niegan a morir por mucho que el sueño tangerino lleve a otras tentaciones. Esos tipos, algunos “con los ojos brillantes por el licor y el infierno”, nos llevan historias o son, directamente, la historia del relato, de los relatos. Son historias, o historia, con mayúscula, de las que escuchamos porque alguien “me la contó con orgullo del que ha inventado un cuento verdadero”. Pero son historias, o historia, que nos trasladan a una lectura con la que disfrutar con locura, porque “el placer es imposible de definir, por eso es tan abierto y antojadizo”. ¿La verdad? Todo es mentira, les suelto continuamente a mis alumnos en clase de Historia, contando historias. “Nadie existe hasta que es observado”, escribe Montero Glez borgetizando y asegurando que “nunca quise ser escritor, tan sólo escribir”. LVSDRB nos lleva a cuentos etílicos y nostálgicos, a ausencia de victoria porque “de poco o nada sirven las derrotas si no te fundes con ellas en su razón de ser”. Como todo es mentira, reflexiona Montero Glez sobre los caprichos que tienen los dioses (sobre todo, con los jóvenes), sobre Marsé y ficciones que parecen verdad, sobre Ouka Leele y el verano en el que acabó la vida de Ceesepe y sobre como “la culpa siempre hormiguea”. Historias, o historia, de hígados calientes, de canciones con causa, de plegarias de distinta suciedad, de pláticas que no siempre llevan a la enredadera del jardín. Pero en esa enredadera, o en lo que parece la enredadera, toca escapar, pero “huir hacia adelante es lo que tiene, que si no la haces con cierta gracia puedes pisar en falso y acabar en el abismo”. LVSDRB es sucesión de escapadas sin escapada “porque el futuro, por mucho nos lo pinten de rosa, no existe”. Y apostilla MG: “Si existiese estaría en los cementerios”. La perfección que nunca llega, por mucho que pongamos acentos en monosílabos que no los necesitan, en curas a enfermedades que no la tienen: “La ciencia, al igual que la literatura, requiere un cúmulo de errores que hace felices a los hombres mientras se equivocan”. Y para rematar la sucesión, incide en la figura del maldito, en prosas que no siempre recordamos, en estilos que se pierden entre continentes y en recordar lo que es inevitable tener en el centro del iris: “El pasado es lo más parecido al recuerdo de un sueño”. Un buen libro para disfrutar de los matices y para recordar himnos de Nick Cave, al que siempre deberíamos tener presente.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Hágase querer por una mala copia

The Gentlemen. Primera temporada.

Decía EHDLCV que el dinero vuela y las putas se van corriendo. Otras veces decía que van corriendo, que dependía del contexto. Y del dinero. Sobre todo, del dinero. Las historias de Guy Ritchie no van de Inglaterra (aunque citen a Tony Blair y Guillermo el Conquistador [Viva Normandía]), van del Rubicón que debemos cruzar y del Julio César que llevamos dentro (los idus, los putos idus). Hubo toda una generación de británicos (y gente con apariencia de británicos, o borracheras de británicos) que creció con el chascarrillo de las frases de Lock & Stock. Con The Gentlemen no se llega a tanto, pero no será por palomas, o por palomas mensajeras, o por la granja entera, antes y después de pasar por el matadero, porque “nada une más que un poco de sangre sobre la lona”. No sólo de L&S hay en TG, sino de Cerdos y Diamantes, porque siempre hay algo que poner en la lápida, sea de mármol de Macael o de peor calidad y que se pone de mierda hasta el culo cada vez que la calima hace de las suyas: “Educamos al perro, no al hombre. Hay un perro en todo hombre que el hombre no puede controlar, así que lo hemos controlado por él. ¿Sabes cuál es el reto fundamental de la condición humana? Demasiado perro no entrenado”. Demasiado perro no entrenado. También hay vírgenes y gitanos en este universo neodarwinista: “Las personas o sobreviven en la jungla o existen en el zoo. Pocos reconocen la importancia de la paradójica reconciliación de las dos”. Con música que ayuda a la reflexión continua, al cambio de la dirección del viento, a los secretos, a las convivencias, al cristianismo utilizado, vemos una serie que nos lleva a la prisa y la violencia, a la jodienda y a lo susceptible de la inmediatez porque “los relojes son para la jubilación, y no es tiempo para ello”. O, podemos “reciclarnos como jugueteros”. Como putos jugueteros. Y luego, el continuo deseo de ajusticiar (no sólo en plazas públicas, pero también en ellas): “No basta con hacer justicia. La justicia debe ser vista para que se haga como aviso para aquellos que tengan tentaciones en el futuro”. Y eso es la vida una sucesión interminable de derrotas, de decepciones y de visiones que te llevan a darle a la quijotera en el diván frente a la lavadora: “A veces ganas y a veces ves como matan a alguien a machetazos”. Y más de una vez, hubiera añadido EHDLCV. Siempre hay que pensar en poner testiculina a nuestras vidas, y no solo en utopías hitlerianas, pero es que sin peligro no hay premio, no podríamos escapar (o intentar escapar) de la cárcel nuestra de todos los días. Lo dicho, una joya que podría estar mejor pulida pero que, por momentos, recuerda a ese mejor L&S, al de la sonrisa maliciosa y los dardos envenenados de Vinnie Jones. O no. O simplemente nos hemos hecho demasiado mayores y nos creemos lo que no somos.

miércoles, 6 de marzo de 2024

Lionel Asbo. El estado de Inglaterra.

Cuando tienes un garrulo en tu familia no hay forma de deshacerte de él (da igual el grado de parentesco, es tu familia). Siempre estará ahí. Siempre habrá una llamada de teléfono. Siempre habrá una habitación que compartir. Siempre. Siempre. Lionel Asbo. El estado de Inglaterra, es un retrato de un país, pero también de una generación, de un grupo de macarras que, por suerte o por desgracia, siempre están ahí. Y lo mejor es que, de página en página, te sale la carcajada mientras estás leyendo (“profesores; son todos una panda de perdedores”) esta foto con marco de Lionel y de su ciudad, Diston, que describe así Martin Amis: “Diston, con sus embarazos de colegialas de primaria, sus chiquillos desdentados y sus veinteañeros asmáticos y sus treintañeros artríticos y sus cuarentones lisiados y sus cincuentones demenciados, y sin sesentones”. Ese es el lugar “donde la calamidad hacía su ronda diaria, como los carteros”. Diston, la ciudad, como tantas, con enfermedades carenciales en las criaturas escolares y en la cual “como todo distoniano con la edad suficiente para caminar, Des conocía la existencia de la pornografía en la red”. Y no sólo de los que están en el cuadro, sino de los que están fuera, de los que estamos fuera, de los que estarán fuera desde la guardería: “La postura moderna estándar: caras muy inclinadas hacia terminales de telefonía móvil sostenidas a la altura de la cintura”. Ese tonto con suerte, Lionel Asbo, un Wayne Rooney a todas las luces, y que le pasa lo que a todos los que la loto premia, “que te quedas insensible, ni feliz, ni triste, insensible…”. Y esa insensibilidad, unida a lo hortera y lo macarra, describe muy bien a los que les cambia todo, porque se “sentía absolutamente feliz con el porno”: Y llega el dinero y llegan las avispas revoleteando, y las moscas de color verde metálico (vulgo, las de la mierda) y todo cambia, aunque se mantenga “el andar neolítico”. Lionel Asbo, podría pasar por ser otro animalito en su “zoo de hermanos”, pero ejerce de tío con un sobrino mestizo (“el antihéroe, el contrapadre. Lionel hablaba. Des escuchaba y hacía lo contrario), y todo se complica porque pasar de un piso 33 a una mansión no es fácil (y el ascensor solo subía hasta la altura 21). Lionel Asbo, ser pluricelular que tiene ese lugar en el momento y ese tiempo: “El único momento en que sé que respiro es cuando tengo algún lío de faldas”. Y las peleas continuas, y las entradas en la cárcel, y las viandas de taberna y los chuchos peligrosos que te meten en líos y el material robado y un montón de cosas más. He visto como amigos del colegio emborrachaban a gallinas y como le daban viagra a cerdos para que se restregaran el nabo contra la pared. Algo así es la vida cotidiana de Lionel Asbo, un tipo para el cual “el código penal era el tercer elemento de su trinidad vocacional; los otros dos eran la villanía y la cárcel”. Y hablando de cárcel, “al criminal de carrera no le importaba realmente estar en prisión”. Una buena postal de una sociedad que se fue a la mierda hace mucho.

lunes, 4 de marzo de 2024

Tic-Tac Megacuarenteno

Tic-Tac Megacuarenteno parece un videojuego de plataformas en el que hay que ir pasando pantallas y mundos, pero siempre hay que pasar al siguiente nivel, a la siguiente misión. Pero no va de princesas ni de otros castillos, va de tiempo y relojes, de globos que pinchan y caída del sistema (nada como una Windows como escapatoria), de pulpos y dragones, de bunga bunga y de minutos que no llegan porque el bicho de turno siempre escapa con el Longines en el pico. Pero siempre hay un recurso a lo quijotesco, a la molinología, que antes o después lo soluciona todo. O casi todo. Coda: Y de lo relativo al castigo hablamos otro día.